Recuerdo el momento en el que un médico me dijo “tenemos suerte de estar en esta parte del mundo”. ¡Efectivamente!
Existe una enorme diferencia dependiendo en que zona del planeta hayas tenido la suerte o la desgracia de nacer, de vivir, o de “sobrevivir”.
Mientras en una parte del mundo la preocupación de muchos niños o jóvenes es qué foto subir a Instagram; en la otra parte, niños y jóvenes, si no logran llevar algo de dinero a casa para poder comer, no saben que será de ellos o de sus familias. El trabajo infantil, ya sea por obligación o necesidad es un delito moral que debemos afrontar y tratar de solucionar.
De la misma forma, es nuestra obligación tratar de solucionar el sufrimiento y desamparo de personas ancianas abandonadas a su suerte por parte de los familiares, o en muchos casos también, debido a la lejanía de grandes centros urbanos. O simplemente porque son invisibles para las instituciones que deberían proporcionarles la ayuda adecuada.
En países como el Perú estas situaciones, como muchas más, de abusos y violencias, es el pan de cada día para millones de personas. Por esta razón, como conozco desde mi propia experiencia lo que significa tener que trabajar desde muy temprana edad para poder aportar algo en casa; y que también he visto el abandono de personas ancianas y el sufrimiento en sus miradas, queremos poner nuestro granito de arena.
Iniciamos un proyecto de ayuda de estas personas destinando el 10% de nuestro beneficio mensual a organizaciones dedicadas al desarrollo personal de los niños trabajadores y, a dar una vejez tranquila a aquellas personas mayores en situación de abandono, así como a otro tipo de ayudas sociales.